“Pronto será impensable obviar el olor de una marca. Los odotipos serán tan imprescindibles como hoy los logotipos”.
A nadie se le escapa que si una tienda huele bien, nos atrae. Lo saben desde hace siglos las panaderías y los cafés. El neuromarketing pone cifras: un 86% de los consumidores se encuentra mejor en locales aromatizados, permanecen y consumen más. Coco Chanel rociaba de Chanel nº5 los probadores de sus tiendas. El buen olor no es una novedad en este mundo, lo es su potencial y su alianza con el marketing sensorial.
Un estudio neurocientífico probó que somos capaces de reconocer un olor con un 65% de acierto después de un año, comparado al 50% de éxito reconociendo un logotipo tres meses después de haberlo visto. Además, distinguimos más variedad de olores que colores: ¡somos capaces de diferenciar hasta diez mil aromas! Otro estudio de la Universidad Rockefeller nos deja los siguientes porcentajes: recordamos solo un 5% de lo que vemos, un 3% de lo que oímos, un 1% de lo que tocamos…, pero somos capaces de recordar un 35% de lo que olemos.