El sentido del olfato es el más fuerte y más primario de todos nuestros sentidos. Nos protege de la leche de consumo que se volvió agria y nos alerta sobre la presencia del gas natural. Nos recuerda momentos que experimentó por primera vez hace décadas.
Es el primero de nuestros sentidos para evolucionar en la cadena evolutiva y el sentido con el nivel más preciso y fuerte de recuperación. El olor es procesado por el sistema límbico en el cerebro responsable de los procesos de memoria y emoción.
En la comercialización, el olor puede ser muy eficaz para ayudar a distinguir un producto de otro. Se puede desencadenar un recuerdo o deseo que influye en la decisión de compra. Como alternativa, el aroma nos recuerda a las asociaciones agradables, “hogar”, la playa o en un prado. Estas asociaciones ayudan a crear un ambiente en el que nos sentimos cómodos, “en casa”. En un entorno de consumo esto afecta a nuestra decisión de permanecer más tiempo y consumir más.