Los militantes políticos reparten en los mítines unas cajitas que, al ser abiertas, desprenden un olor particular. No es un perfume cualquiera. Se trata de un aroma expresamente elaborado por técnicos perfumistas donde se combinan la bergamota estimulante del ánimo emprendedor, el romero de la eficacia, la verbena de la justicia, la maría luisa de la fraternidad y la laboriosa albahaca.
El Partido de los Socialistas de Cataluña ha introducido ésta novedad en lo que se venía estilando hasta ahora dentro de las técnicas de ‘merchandising’ electoral. Junto a los tradicionales ‘pins’, adhesivos, banderines y llaveros con la imagen distintiva de la formación.
Pretende ser, por tanto, un ‘olor socialista’ que -bromas fáciles aparte- actúe sobre los receptores como señal de identidad a la vez que como elemento de atracción sensorial.
Lo que pudiera parecer una ocurrencia pintoresca propia de la época de celo de los políticos es en realidad la traslación de algo que ya lleva cierto tiempo aplicándose en el ámbito del comercio y las ventas. Se conoce como ‘marketing olfativo’, un intento de captar clientes y seducirlos mediante la estimulación de sentidos hasta ahora descuidados por una estética publicitaria basada en lo audiovisual. Está demostrado que el consumidor de hoy no busca productos en el sentido tradicional del término, sino sensaciones, emociones, experiencias. No se contenta con verse atendido: quiere que le cautiven. Y el olfato es seguramente el sentido más poderoso a la hora de crear asociaciones de identificación que atrapen a los potenciales compradores.
Ya son varias las grandes firmas que en sus productos o en sus establecimientos han instalado el llamado ‘aroma corporativo’. Según una de las industrias pioneras en la producción de olores con esta finalidad, el 35% de las mil empresas más importantes del mundo recurre ya a los reclamos olfativos. Pero, bien mirado, no es ningún descubrimiento. ¿Quién no recuerda con cierta emoción nostálgica el olor de los colmados, las moliendas de café, las panaderías y las tiendas de su barrio de infancia?
Tras una larga época de asepsia en la que parecía que los olores debían ser exterminados para ofrecer una sensación de pulcritud y de higiene erróneamente asociada con valores como el de la modernidad o el de la calidad, nuestros apéndices nasales empiezan a reclamar atención y a dictar el gusto. No eres nadie si no hueles algo más o menos agradable, más o menos distinguido.
Fuente: http://www.komunika.info/artículos/con-institucional/deseo-